Rambla de Castro, sendero entre historia, vegetación y agua
Al alcance de la mano, así está la Rambla de Castro, un paisaje natural protegido donde flora y fauna local se mezclan con pedacitos de historia de Tenerife. Recorrer esta parte de la costa de Los Realejos implica abrirse camino por uno de los palmerales mejor conservados en la isla, por etnografía y arquitectura, y por un auténtico jardín botánico natural que sirve de puerta de entrada a algunas de las playas más salvajes y bonitas de la isla.
Caminar por el bonito sendero de la Rambla de Castro nos lleva a conectar el mirador de San Pedro con la playa de Los Roques (cerca del Hotel Maritim) pasando por antiguas baterias defensivas, por elevadores de agua y por miradores que permiten ver como el verde vegetal se mezcla con el azul del mar en un juego de colores cautivador. Esta ruta cubre 4,5 km. de recorrido que se pueden hacer con toda la tranquilidad del mundo en hora y media (solo ida).
Qué ver en la Rambla de Castro
Quizás lo más palpable en la Rambla de Castro sea su gran diversidad vegetal. De hecho, es un paisaje protegido especialmente relevante por albergar un bellísimo bosque de palmera canaria (Phoenix canariensis), así como algunos ejemplares de dragos (Dracaena draco). Este enclave también muestra una bella representación del cardonal-tabaibal, entre otras especies endémicas.
No solo eso. Rambla de Castro es un paraje extraordinariamente rico en agua y en el que, además, encontramos un grupo de construcciones de especial relevancia en la historia de la isla como son la Ermita de San Pedro, el Fortín de San Fernando, la Casona de los Castro y el antiguo Elevador de Aguas de la Gordejuela.
Sendero por La Rambla de Castro, caminando entre verde y azul
El recorrido que proponemos tiene como punto de inicio el Mirador de San Pedro pues cuenta con un pequeño parking (localización aquí). Desde ese punto se abre camino en descenso y en dirección a la costa un sendero empedrado. Las vistas desde arriba son preciosas. Los acantilados del macizo de Tigaiga dejan entrever pequeñas playas de arena negra (en invierno suelen ser de grandes rocas depositadas por los temporales) como son las de Los Roques, La Fajana, Castro, El Socorro y La Grimona.
Dejamos a nuestra izquierda la ermita de San Pedro (siglo XVI) y nos dirigimos a la Casona de Los Castro, una antigua casa del siglo XVI perteneciente a la familia del mercader portugués Hernando de Castro. Paso a paso vamos adentrándonos en el paisaje protegido a la vez que descubrimos la variada vegetación compuesta por cardones, tabaibas, palmeras, dragos y algún laurel de indias. Pero el protagonista principal es el mar, su olor nos acompaña desde el inicio del recorrido a la vez que la brisa marina nos refresca ligeramente.
La Casona de los Castro, historia tras la conquista
La antigua Hacienda o Casona de los Castro, que da el nombre al lugar, se enclava a los pies del mirador de San Pedro y en plena Rambla de Castro. Una enorme casa de llamativo color amarillo con ventanas de madera que fue construida en el siglo XVI tras la conquista de Tenerife.
Su dueño fue el mercader de origen portugués Hernando Castro quien prestó sus servicios a la Corona de Castilla durante el proceso de conquista. Durante el reparto de tierras realizado por el Adelantado Fernández de Lugo (conquistador de Tenerife) el señor Castro fue premiado con la entrega de esta zona de la isla.
La Casona de los Castro se ubica en una zona húmeda y rica en agua, un lugar muy propicio para la agricultura. El cultivo de la caña de azúcar primero y de la vid después provocó la construcción de bellas haciendas dispersas por la geografía de la isla, especialmente en medianías y cerca de la costa. Un ejemplo de este tipo de haciendas la encontramos frente a nosotros. Un palacio canario.
Antiguamente, la casa estuvo rodeada por hermosos jardines admirados por científicos y visitantes durante los siglos XVIII y XIX. Sabino Berthelot, Jules Leclercq o José de Viera y Clavijo fueron algunos de los ilustres personajes que pasaron por la hacienda. Una de las frases más bonitas que le regalaron salió de los labios del astrónomo Jean Mascar (1910) que definió esta zona como «el Edén que se extiende hasta las olas del mar«.
El Fortín de San Fernando como defensa frente a piratas
Atravesando la frondosa vegetación que rodea la Casona de los Castro, así como algunos puentes de madera que salvan pequeños cauces de agua, alcanzamos el fortín de San Fernando, una pequeña fortaleza defensiva construida durante el siglo XVIII.
Esta construcción militar quedó completamente finalizada en 1808 cuando Agustín de Bethencourt y Castro mandó instalar cinco cañones para proteger esta zona de la isla de los piratas y corsarios que continuamente la asediaban. Hoy en día aún se conservan tres de los cinco cañones de la época.
Las playas de la costa de Los Realejos
Aprovechamos la privilegiada posición del antiguo fortín para disfrutar de una magníficas vistas hacia la Casona de los Castro y la Playa de Castro. Bajo el acantilado aparece una playa de callados que durante el verano se cubre de fina arena negra que da lugar a una de las mejores playas de Tenerife (aquí puedes encontrar otra selección de playas recomendadas).
Afinando la vista observamos una bonita cascada cuyas dulces aguas caen desde lo alto del acantilado perdiéndose y mezclándose con el agua salada. Con imágenes se entiende mejor de la maravilla que es la Rambla de Castro y sus playas.
Al otro lado del fortín de San Fernando, la vista se dirige hacia la zona noreste de Tenerife. En la distancia distinguimos la silueta del elevador de aguas de la Gordejuela, la primera máquina de vapor construida en la isla de Tenerife (1905) y hacia donde nos dirigimos a continuación.
El paisaje costero que precede al viejo elevador de aguas se corresponde con la playa de la Fajana. Una playa de grandes piedras que se presenta de forma salvaje con olas rompiendo de forma brusca sobre la orilla.
El camino por el sendero de la Rambla de Castro continúa convirtiéndose en un auténtico vergel. Pasamos de un paisaje costero, caracterizado por grandes acantilados y litorales pedregosos, a adentrarnos en un frondoso bosque donde el sonido de las abejas es la melodía de fondo. En primavera la zona luce espectacular.
Entre palmeras, tajinastes blancos, lavandas y artemisas cuyo olor nos perfuma levemente a nuestro paso, nos vamos acercando al puente de madera que salva el barranco de Godinez. El camino en todo momento se encuentra perfectamente señalizado, perderse es imposible.
El elevador de agua de La Gordejuela, historia viva en la Rambla de Castro
Disfrutando del paseo dejamos a nuestra izquierda un edificio de color pastel que funcionó durante principios del siglo XX como alojamiento para los trabajadores del elevador de aguas de la Gordejuela. Una de las obras de ingeniería más importantes de la isla.
Algo más abajo se sitúa el edificio que albergaba las calderas del carbón y volando sobre el acantilado, el edificio donde se encontraba la maquinaria principal. Esta antigua edificación fue construida por la empresa Hamilton en uno de los nacientes de agua más importantes. Su función era elevar el agua desde la costa hacia la zona de cultivos situados en el valle de La Orotava.
Actualmente lo único que se mantiene en pie es el esqueleto del antiguo edificio. Su techo ha sucumbido al paso del tiempo, sus ventanas vacías nos permiten observar el interior de cinco plantas donde antiguamente se encontraba la maquinaria.
No queda nada que visitar de este edificio que llegó a elevar unas diez mil pipas diarias hasta un embalse situado 270 metros de altura y a 2 kilómetros de distancia (1 pipa de agua = 480 litros). Es sin duda alguno uno de los edificios abandonados más llamativos de la isla de Tenerife.
Para continuar con el sendero nos dirigirnos a la urbanización que encontramos frente a nosotros, La Romántica. Esta parte del recorrido rompe de forma dramática las magníficas vistas que observábamos de la costa pero es la única forma de conectar el siguiente tramo de sendero desde el mirador de San Pedro con la playa de Los Roques.
Cruzamos las calles de Los Geranios, Las Amapolas y Las Palmeras siguiendo los numerosos carteles que indican la dirección hacia «Los Roques», para regresar de nuevo al camino junto a la costa.
Y de nuevo, con nuestros ojos fijados en el mar observando Los Roques, unas formaciones volcánicas de coladas basálticas de cierta altura que han quedado al descubierto después que los materiales que las rodeaban desaparecieran por la erosión marina.
La playa de Los Roques, al igual que las playas mencionadas anteriormente, se cubren de fina arena negra durante el verano. El sendero que transita por Los Roques no puede ser completado a día de hoy (hay desprendimientos). Queda pendiente de ser habilitado para tener opción, en un futuro no muy lejano, a completar el recorrido hasta su final. Con esa idea en mente deshacemos el camino andado rumbo al mirador de San Pedro.
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