La playa de San Telmo, lugar de experiencias insólitas
El litoral urbano del Puerto de la Cruz asombra por la diversidad de opciones para disfrutar del mar que ofrece. Playas de arena negra, bajíos, muelles y piscinas de agua salada se suceden desde el barrio de Punta Brava hasta la zona de Martiánez. Sin embargo, es en el centro de la ciudad donde encontramos una de las zonas de baño más tradicionales, la playa de San Telmo.
Y es que en el entorno formado por el muelle pesquero y la playa de San Telmo se puede admirar ese Puerto de la Cruz más auténtico. Aquel en el que salitre y olor a mar mezclan perfectamente a ojos de turistas y locales. Es en sus calles más céntricas donde encontramos rincones pintorescos que ningún visitante se debería perder. Todo gira entorno al mar o, al menos de cara, a él.
Paseo por el Puerto de la Cruz
Puerto de la Cruz es el municipio más pequeño de Canarias. Por ello lo ideal es dejar el coche aparcado y caminar. Quizás el lugar más emblemático para comenzar el paseo sea desde la Plaza del Charco, un espacio histórico rodeado de laureles de indias originarios de Cuba en el año 1852.
Si desde esta céntrica Plaza del Charco subes por la peatonal y, generalmente, concurrida calle Quintana, dejarás a un lado la señorial e histórica casona de Bernardo Cólogan que fue alojamiento de Alexander von Humboldt (en la actualidad hotel Marquesa), y al otro la pintoresca plaza de la Iglesia presidida por su singular fachada y torre campanario construidas con piedra negra volcánica. Al finalizar la calle te encontrarás con una inesperada sorpresa.
Descubrir la playa de San Telmo desde lo alto
La calle Quintana se abre en una amplia terraza mirador situada a más de una docena de metros sobre el nivel del mar. No es raro que a partir de este punto te reciba un golpe de aire fresco. El mirador recibe el nombre de “Punta del Viento” por razones más que merecidas. En verano es maravilloso, durante el invierno es otro cantar.
Desde este punto la panorámica es excepcional por sus sorprendentes contrastes. Justo a la izquierda se ubica un elegante edificio que fue convento de Santo Domingo y que se construyó directamente sobre el acantilado marino. Un precioso ejemplar de drago y varias esbeltas palmeras otorgan un aire colonial a este edificio que hoy forma parte del ayuntamiento de la ciudad.
A la derecha discurre el paseo de San Telmo, uno de los más animados espacios peatonales de la ciudad. Tiendas y restaurantes dan un aire muy cosmopolita a toda esta zona que supone el mejor balcón desde donde contemplar el Atlántico. En su recorrido descubriremos nuevas panorámicas de todo este entorno que tiene su meta en la ermita de San Telmo.
La ermita se asienta sobre un pequeño acantilado y fue erigida por el gremio de los mareantes en honor de su patrono, San Pedro Telmo. En el pasado también fue batería militar que servía para la defensa del fondeadero de esa zona, conocido como “Limpio del Rey”, frente a las ocasionales incursiones de piratas. Las garitas y las empalizadas situadas en los límites del recinto son claras evidencias de su pasado militar.
El Lago Martiánez, donde mar y arte se dan la mano
Por detrás de la ermita, la costa aparece alterada por la mano del hombre y se muestra relativamente llana adentrándose suavemente en el mar. Sobre lo que antiguamente era un bajío hoy se asienta el Complejo Lago Martiánez, una obra del genial Cesar Manrique donde la naturaleza, la arquitectura, el mar y el arte se conjugan de una forma magistral, en una obra en la actualidad catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC).
El Lago Martiánez es un gran complejo de ocio formado por piscinas de agua salada en las que mayores y más pequeños pueden pasar un día rodeados de fuentes, vegetación autóctona y esculturas tan curiosas como La Jibia (un enorme pulpo de color rojo y blanco) o el Homenaje al Mar. Sin duda, las piscinas del Lago es un lugar único e ideal para toda la familia.
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La playa de San Telmo entre arrecifes de origen volcánico
Sin embargo, para una inmensa mayoría, lo más llamativo y sorprendente que divisamos desde el mirador de la Punta del Viento es la pequeña playa, el pequeño muelle y la terraza solárium, que se hacen hueco entre unos accidentados y tortuosos arrecifes de color negro, que descubrimos cuando nuestra vista se dirige hacia abajo, hacia el mar.
Una panorámica que puede resultarnos genuinamente diferente dependiendo de la altura que tenga la marea, de la estación del año, la hora del día o el estado del mar. Durante las bajamares gran parte de estos arrecifes quedan expuestos al aire, permitiendo la formación de numerosos charcos de marea. Después, con la marea llena los arrecifes quedan casi todos prácticamente sumergidos.
Los arrecifes que forman el bajío de San Telmo tienen su origen en las coladas de lava emitidas por la erupción del cercano volcán de Las Arenas ocurrido hace unos treinta mil años. Este volcán, fácil de reconocer porque en la actualidad está coronado por un hotel, emitió un volumen bastante elevado de lavas que descendieron hacia el mar por el cauce de antiguos barrancos y sobrepasaron la vieja costa acantilada.
Las lavas incandescentes se fueron enfriando lentamente en contacto con el aire o de una manera más brusca al entrar en el mar. De este modo se solidificaron y adquirieron caprichosas formas que después, la lenta pero constante acción del mar, ha ido modelando y que ahora podemos reconocer en el bajío y playa de San Telmo.
La playa de las experiencias insólitas
Durante todo el año, pero especialmente durante el verano, la playa de San Telmo se convierte en un lugar bastante concurrido y que es capaz de atraer a bañistas que prefieren la roca a la arena, y que cuenta con el aval de calidad turística de la bandera azul.
Es una playa que sorprende por la forma en la que sus usuarios disfrutan del mar. Desde las aguas más aplaceradas del pequeño muelle a las más agitadas de numerosos rincones en los que el capricho de las rocas ha configurado espacios en los que las olas rebotan y provocan bruscos cambios del nivel del mar.
Para los acostumbrados a nadar en aguas tranquilas desprovistas de oleaje, la experiencia de San Telmo donde a veces hay que mantenerse a flote en un ambiente en el que se combinan olas y espumas, con un entorno de negras rocas, puede resultar entre insólita y alucinante. Los más jóvenes disfrutan como nadie.
Una playa en la que hay un nombre propio, transmitido por sus usuarios de generación en generación, para denominar las diferentes zonas de baño, muchas de sus rocas o sus grandes charcos. Una playa en la que desde la infancia se desarrolla un ciclo de iniciación y de progreso pasando, con el paso de los años, desde las aguas más tranquilas, a puntos de complejidad creciente.
A más edad más valentía para afrontar las aguas paulatinamente más agitadas (los rebozos), nadar en aguas abiertas hasta las rocas más alejadas o subir al acantilado de Santo Domingo desde donde unos pocos se atreven a ejecutar intrépidos saltos desde lo alto. Pero para los menos dados a la aventura la playa de San Telmo también es apta.
El pequeño muelle ofrece aguas protegidas mucho más tranquilas, y cuenta con unas características escaleras de diseño semicircular (las escaleras redondas) que se han convertido en todo un símbolo de identidad entre los “santelmeros”. A pesar de todo, durante las pleamares vivas de finales de verano, las olas suelen sobrepasar la porción final del espigón del muelle (la punta) estableciendo otra manera de disfrutar del mar.
Naturaleza en el bajío de San Telmo
Para los amantes de la naturaleza el bajío ofrece la oportunidad de observar la gran variedad de organismos marinos que pueblan las rocas, los charcos o los fondos someros. Recorrer los accidentados arrecifes durante la marea baja nos permitirá descubrir la infinidad de organismos que viven en estos ambientes, situados en una especie de frontera entre el mar y la tierra.
Estos necesitan imperiosamente estar sumergidos en el agua de mar, pero también son capaces de sobrevivir durante cortos periodos de exposición al aire. Ahí nos embriagará el inconfundible olor que impregna el ambiente durante la bajamar. En el bajío y playa de San Telmo podremos conocer la enorme variedad de espectaculares organismos marinos que pueblan estos hábitats.
Desde los grandes, fáciles de reconocer a simple vista, a aquellos otros más diminutos que pueden pasarnos desapercibidos. Basta con curiosear en las rocas, en los charcos o hacer esnórquel por los fondos de la zona. Descubriremos una rica flora creciendo sobre las rocas expuestas al aire o bajo el agua, reconocible por sus vivos colores (marrones, verdes o rojos).
También es abundante la fauna. Muchos invertebrados fijos a la roca soportan muchas horas expuestos al sol (sacabocados, burgados, lapas o cangrejos). Otros los observaremos dentro de los charcos (esponjas, anémonas, holoturias o erizos de mar). En los charcos es posible contemplar una muy amplia representación de fases juveniles de muchas especies de peces que habitan en el bajío (barrigudas, cabosos, fulas, lisas, pejeverdes, salemas, sargos o viejas).
Cuando arrecia el temporal de mar
Sin embargo, este peculiar balneario natural puede sufrir una profunda transformación durante unos pocos días a lo largo del otoño o el invierno. Al ser una costa totalmente abierta al norte, los temporales marítimos con esa procedencia se manifiestan en San Telmo con una violencia extraordinaria.
Desde la seguridad que ofrecen los observatorios de Punta del Viento, paseo o ermita de San Telmo, experimentarás la irresistible seducción ejercida por la belleza que nos brinda el mar durante los temporales. Enormes olas, una tras otra, se van deshaciendo con tal fuerza contra la costa, que cuesta creer que esta aguante los embates cada año.
San Telmo, siempre seductor
Al final, San Telmo te atrapa. Bien para contemplar su cambiante paisaje desde las alturas que te ofrecen los miradores o el paseo, para nadar en sus cambiantes aguas durante cualquier mes del año o para disfrutar de la exuberante vida marina litoral que atesora su bajío.
Al fin y al cabo la playa de San Telmo es el inicio de muchas de las cosas que ocurren en Puerto de la Cruz.
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