La cascada de Pamuayan, una refrescante visita desde Port Barton
Port Barton es un pueblo tranquilo, de eso no hay ninguna duda. Un pueblo donde da gusto pasear o tomarse una cerveza en alguno de sus pequeños bares. En definitiva, un lugar donde vale la pena pasar unos días alejado del mundanal ruido tan característico de las ciudades filipinas. Sin embargo, si uno quiere no hay tiempo para aburrirse en Port Barton. Visitar la cascada de Pamuayan es un claro ejemplo, una actividad que te llevará tan solo una mañana.
Como comentábamos en otras publicaciones, planeamos nuestra visita a Port Barton al final de la temporada de lluvias pensando que seríamos tan afortunados como para escapar del mal tiempo y aprovechando los mejores precios del mes de noviembre (temporada baja). No obstante, aún cuando deseas que los planes salgan bien no siempre es así. Durante nuestros días en esta zona de la isla de Palawan nos llovió intermitentemente siendo bastante el agua que caía durante las noches.
Afortunadamente, la lluvia no fue impedimento y pudimos hacer todas las visitas y actividades que teníamos en mente antes de llegar a Port Barton. Queríamos realizar algún tour para hacer snorkel por las islas cercanas, queríamos bañarnos en la famosa playa de White beach, queríamos disfrutar de eso que los italianos tan acertadamente llaman «il dolce far niente» que traducido quiere decir «el placer de no hacer nada» y, también, queríamos acercarnos a una cascada de la cual habíamos oído hablar, la cascada de Pamuayan.
Port Barton con lluvia
Las noches en Port Barton eran un aguacero continúo. Durante los 3 días que estuvimos en el pequeño pueblo amanecía bastante nublado pero por lo menos la lluvia no hacía acto de presencia. Desayunábamos cada mañana en nuestro local favorito, Gacayan, una karinderia a la que acuden a diario muchos de los visitantes a Port Barton debido a sus precios tan bajos y la calidad de sus platos.
Las karinderias son pequeños restaurantes muy típicos en Filipinas en los que, sobre la barra, podemos encontrar una serie de calderos con distintos tipos de comida. Lo suyo es acercarse sin miedo e ir destapando cada caldero. A tu elección se le añadirá arroz y un refresco. Todo es tan barato como 50 – 100 pesos dependiendo del lugar.
De vuelta a nuestra cabaña en la playa intentábamos organizar el día según el color de las nubes y la previsión de lluvia en la app del teléfono (casi no fallaba). Durante nuestro último día en Port Barton, y tras haber hecho una excursión en barco por las islas cercanas y visitado la playa de White Beach, nos preguntábamos qué hacer. Island hopping para hacer snorkel no nos apetecía demasiado pues a pesar de hacer calor el cielo tenía un tono gris nada apetecible. Predecía lluvia en cualquier momento.
¿Conoces esa sensación de frío cuando ves un día sin sol? Pues así estábamos nosotros ese día, además, sabíamos que un día sin luz empañaría no solo la jornada sino también las fotos. Así que la opción que teníamos era hacer algo de senderismo y así acercarnos a ver una cascada de la que habíamos oido hablar, la cascada de Pamuayan.
¿Cómo llegar a la cascada de Pamuayan?
Sinceramente no sabíamos en qué dirección debíamos comenzar a andar así que, como no podía ser de otra manera, preguntamos a propios y extraños por las «waterfalls» evitando así el ir en dirección contraria y hacer camino por gusto. Sin embargo, te dejaremos nuestro tip o consejo más valioso para localizar la dirección correcta de la famosa cascada de Pamuayan. Lo más fácil es (como bien habíamos hecho el día anterior para visitar White beach) es situarse sobre la misma playa de Port Barton mirando hacia el mar y desde ahí comenzar el camino.
Si para ir a White Beach hay que tomar hacia la izquierda bordeando la costa, en el caso de la cascada de Pamuayan hay que tomar el sentido contrario, hay que ir hacia la derecha. Al final de la playa el sendero asciende por una pista sin asfaltar pudiendo orientarnos con el cementerio del pueblo. Este camino es muy sencillo y no tiene pérdida, en todo caso si preguntas los locales te indicarán amablemente.
Curiosamente, nuestra visita coincidió con el día 1 de Noviembre, Día de los Difuntos o de Todos los Santos. Siendo Filipinas un país de gran tradición cristiana este día no podía dejar de ser una gran fiesta en la que pudimos observar como los familiares limpiaban, reparaban y engalanaban las tumbas de sus difuntos. Velas, flores, comida … todo hace que la jornada sea una «fiesta» en recuerdo de los que ya no están.
Tras unos minutos de curiosa atención (durante los cuales fuimos invitados a probar chicharrones -corteza de cerdo- acompañado de ron local -Tanduay) decidimos proseguir camino hacia la cascada de Pamuayan siendo acompañados por un grupo de niñas que iban caminando también en esa dirección pero hacia un pequeño pueblo de las cercanías.
Caminando hacia la cascada de Pamuayan
Unos 30 minutos después de haber iniciado el camino desde la playa de Port Barton cual fue nuestra sorpresa que nos encontramos un puesto de registro. Estaba justo detrás de una señal que indica el camino hacia el pueblo de Pamuayan así como hacia la cascada. La bifurcación no suponía duda alguna en lo relativo hacia dónde seguir el camino. El humilde puesto de control lo conformaba una señora mayor que pedía donativos mientras apuntaba en una libreta datos como el nombre y país de procedencia de todos aquellos que nos dirigíamos hacia la cascada.
Hasta donde sabemos el puesto no es oficial así que no es necesario pagar cantidad alguna sino dejar la voluntad, pues ya se sabe que en algunos países se pide dinero por cualquier cosa. Por nuestra parte saludamos a la señora e ingresamos algunas monedas en la caja de donativos. Aprovechamos también para preguntarle cuánto quedaba para llegar a la cascada de Pamuayan y, animadamente, nos contestó que solo 10 minutos más.
Así que continuamos el camino pensando que estábamos casi llegando a nuestra meta … 30 minutos después del puesto de control comenzamos a acordarnos de ella y nos preguntábamos si alguna vez habría visitado la cascada pues además no parecía que estuviéramos llegando. Al menos el camino era totalmente correcto. No hay pérdida alguna ya que continuamente vas encontrando señales por el sendero que te indican el camino hacia la «waterfall’.
La constante lluvia de la noche anterior había convertido algunos tramos del sendero en auténticos lodazales. No íbamos para nada equipados ¿o si? El calzado que llevábamos en principio no era el mejor para hacer senderismo, unas chanclas, pero esa misma mañana un local nos había dicho que fuéramos en chanclas y así hicimos.
Con la cantidad de barro y el porcentaje de humedad que hay en Port Barton fue un gran consejo pues cualquier otro tipo de calzado una vez mojado hubiera sido imposible de secar. Nuestras toallas de playa estuvieron 3 días mojadas. ¡Imposible secarlas!
De repente el cielo se tornó gris y comenzó a llover. Así que nos pusimos el chubasquero, especialmente para cubrir la cámara de fotos, y seguimos con el plan previsto de llegar a la cascada. Total, estábamos sudando, íbamos en pantalón corto, camiseta y chanclas de playa mostrando unos pies repletos de barro. Un poco de agua nos vino hasta bien.
Repetidamente los carteles anunciando la cascada se nos aparecían descontando los metros que nos quedaban para llegar. 500 metros, cruzamos un riachuelo, 400 metros, cruzamos otro riachuelo, 300 metros, ascendemos por un camino estrecho lleno de barro, 100 metros, ya oímos el agua caer.
A la hora y diez minutos de haber comenzado el sendero llegamos a la famosa cascada de Pamuayan y en una pequeña caseta situada cerca de la cascada escuchamos un idioma conocido ¡españoles! Y es que el pueblo de Port Barton estaba lleno de españoles. Los saludamos y charlamos durante un ratito antes de acercarnos a la cascada a tomar fotos.
La caída de la cascada era espectacular gracias a las lluvias de esos últimos días, tenía bastante caudal pero aún así no nos apetecía bañarnos. Unos locales nos advirtieron de la presencia de sanguijuelas explicándonos que mejor tuviéramos algo de cuidado. Hicimos caso y nos situamos a una prudente distancia.
La cascada lucía preciosa. Un pequeño tesoro escondido en la abundante vegetación que rodea el pequeño pueblo de Port Barton. Sin duda mereció la pena habernos acercado hasta ella para poder disfrutar de la exuberancia del lugar. Tuvimos la suerte de que el día nos acompañó durante gran parte de la caminata, a pesar de la lluvia del final que inmersos y cobijados por los árboles no fue para tanto.
Aprovechamos para descansar, beber agua, sacar algunas fotos y, posteriormente, emprendimos el regreso a Port Barton. La caminata nos tomó de nuevo 1 hora y 10 minutos aproximadamente. Así que en total caminamos casi dos horas y media recorriendo unos 10 kilómetros (ida y vuelta).
Llegamos a Port Barton sobre las 15:00 hrs. con un hambre voraz y nos acercamos a Olive’s Crib siguiendo las recomendaciones de un grupo de españoles que habíamos conocido ese mismo día. Allí encontramos una pequeña muestra de los famosos combos filipinos por 50 pesos un poco de arroz con carne o pescado acompañado de un té helado.
Nos animamos con un pollo en adobo y unas berenjenas con arroz. Buenísimo pero escaso así que repetimos para saciar el hambre.
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